sábado, 8 de diciembre de 2018

El sitio arqueológico Caserío El Hotel: Un acercamiento a su juego de pelota

Datos de la autora: 
Katherine L. García 
Arqueóloga 
San Salvador, 2018
Localizado en el Departamento de San Miguel,El Salvador, a aproximadamente 300 metros sobre el nivel del mar, el sitio arqueológico Caserío El Hotel es conocido también como Cerro Apavaya.
            Este sitio fue registrado en 1977 por Hernández quien asegura que consiste en una serie de aproximadamente 10 montículos distribuidos en un área de 15 manzanas, el montículo principal presenta una altura de 7 metros aproximadamente, al Este del sitio se encontraron dos montículos alargados longitudinalmente de unos 40 metros el cual se considera un posible campo de juego de pelota, al sur de estos se encuentran al menos 6 montículos más.
            Al momento de su registro, se diseñó un croquis de las estructuras visibles en el sitio dentro del cual se muestra que entre los montículos se construyó una pista de aterrizaje (Hernández G. E., 1977) (Figura 1).
Figura 1: Croquis del sitio arqueológico Caserío El Hotel. Tomado de Hernández, 1977.
            Dentro de la presente investigación se logró visitar este sitio arqueológico y fue posible registrar su estado de conservación; de los once montículos mostrados en el croquis del sitio de 1977, solo siete son fácilmente visibles; en la fotografía aérea del sitio es posible observar tres de estos montículos (Figura 2). Por otro lado, es probable que los demás montículos hayan sido destruidos pues en la zona se da la constante remoción de rocas (Figura 3) ya que actualmente el terreno se utiliza para el cultivo de maíz. Por otro lado, no se observó la mencionada pista de aterrizaje.
Figura 2: Fotografía aérea del sitio arqueológico Caserío El Hotel. Tomada por Danilo Barrientos, Ronny Cortez y Katherine García, 2017.

Figura 3: Fotografía de concentración de rocas removidas de los montículos del sitio arqueológico Caserío El Hotel. Tomada por Katherine García, 2017.
            Actualmente, el sitio se encuentra dividido en dos propietarios, la parte Oeste pertenece al sr. José Alcides Orellana mientras que la sección Este pertenece al sr. Daniel Portillo; esta división se sitúa sobre las estructuras del juego de pelota del sitio por lo que estos montículos se encuentran divididos en dos terrenos y han sido dañadas también debido a la remoción de rocas (Figura 4).

Figura 4: Fotografía panorámica de los montículos del juego de pelota del sitio. Tomada por Katherine García, 2017.
            Debido al estado de conservación actual de los montículos y la falta de un registro detallado del sitio, no ha sido posible determinar la tipología de este campo de juego ni el significado que este pudo tener para sus habitantes. De la misma forma, existe la problemática de la falta de fechamiento para este sitio; durante la visita fue posible observar y fotografiar material cerámico pero no fue posible analizar la tipología del mismo, no obstante, los propietarios de los terrenos muestran disposición para que estudios arqueológicos se lleven a cabo, de igual manera, la municipalidad de Lolotique por lo que se espera que estos se realicen antes de que las estructuras sean completamente dañadas (Figura 5).
Figura 5: Fragmentos cerámicos encontrados en superficie en la visita al sitio arqueológico Caserío El Hotel. Tomada por Katherine García, 2017.

Referencias
Hernández, G. E. (1977). Caserío El Hotel-Cerro Apavaya. San Salvador.

La arqueología contextual: Una herramienta para la interpretación simbólica del juego de pelota mesoamericano

Datos de la autora: 
Katherine L. García 
Arqueóloga 
San Salvador, 2018

La arqueología se centra esencialmente en la reconstrucción del pasado, tomando con el paso del tiempo una mayor relevancia el significado simbólico de este pasado; ante esto, Hodder (1988), plantea el enfoque de la arqueología contextual como una alternativa para la interpretación de estos significados simbólicos plasmados en la cultura material.
De esta forma, a raíz de sus trabajos en los años 70, Ian Hodder descubre que el simbolismo es una parte esencial de lo que compone a la cultura material por lo que surge una transformación referente a la concepción que se tenía sobre la misma, dado a que pasa de ser un reflejo adaptativo o una organización socio política, a ser un elemento activo dentro de las dinámicas sociales (Gonzalo, 1992).
Asimismo, se comprende que para llegar a conocer este simbolismo, es necesario un análisis profundo del contexto de esta cultura material. En relación a ello, Hodder (1988), define contexto como el medio por el cual un objeto deja de ser mudo, un ambiente dentro del cual se ve presentado su significado. Ante esto, Jiménez (2015), afirma que un contexto arqueológico es el medio físico dentro del cual se encuentra la cultura material que presenta una función determinada ya sea a nivel simbólico o pragmático
Es posible afirmar entonces que “la importancia del contexto supone, por consiguiente, reafirmar la importancia de la arqueología como arqueología” (Hodder, 1988, p. 135) pues la función del contexto es el conectar la cultura material a una situación (o conjunto de situaciones) especifica.
Sin embargo, de acuerdo con Gonzalo (1992), es necesario conocer profundamente este contexto para poder comprender el significado de esta cultura material pues los restos culturales pueden utilizarse con fines opuestos en una población, por ello, es fundamental examinar y analizar todos los aspectos vinculados al registro arqueológico.
Debido a ello, el contexto arqueológico va siendo cada vez más significativo; según Hodder (1988), existen dos tipos de significado: el sistema de interrelaciones funcionales que busca el significado por medio del análisis del entorno físico y humano; y el contenido de los símbolos e ideas. De esta forma, es posible comprender los conceptos públicos-sociales de la vida cotidiana de una población ya que “los símbolos materiales son también duraderos y menos flexibles” (p. 138).
Resulta entonces importante conocer la forma mediante la cual se aplica este enfoque  dentro del análisis simbólico de los contextos culturales ya que:
            Cuando los arqueólogos empiezan a sistematizar la metodología para interpretar el contenido del significado del pasado a partir de la cultura material, suelen proceder a identificar varios tipos de semejanzas y diferencias relevantes, que, a su vez, forman varios tipos de asociaciones contextuales. Luego proceden a hacer abstracciones partiendo de los contextos, las asociaciones y las diferencias, para intentar llegar al significado en términos de función y contenido (Hodder, 1988, p. 140).
Partiendo entonces de las similitudes y discrepancias entre elementos temporales, espaciales, de deposición y tipológicos, es posible comprender la dinámica social de una población particular y conocer así la función desempeñada por la cultura material asociada a esta población (Hodder, 1988).
Al enfocarse principalmente en la cultura material para la comprensión de una población y los significados que estos le aportaban a dicha cultura, la arqueología contextual permite interpretar el rol desempeñado por el juego de pelota en sitios arqueológicos prehispánicos a pesar de que las excavaciones desarrolladas en estas estructuras son escasas,  pues a diferencia de otros enfoques, en este el estudio no se ve limitado a un artefacto o construcción, sino al contexto en el cual este se encuentra, lo cual permite una mejor comprensión de la dinámica y rol desempeñado por esta práctica cultural.
Un análisis profundo del contexto de esta cultura material es necesario para poder comprender el posible simbolismo que presentaba la práctica del juego de pelota para las poblaciones mesoamericanas pues a pesar de ser conocido como un juego, esta no era meramente una acción recreativa. De acuerdo con Velásquez (2015), es posible que en un inicio el juego de pelota fuese una actividad deportiva y recreativa y que, tras una monopolización de las elites estatales, se le introdujeron prácticos rituales al juego, proporcionándole así un significado.
Ante esto, Taladoire (2015), plantea que el hablar del tlachtli –nombre náhuatl del juego de pelota-, no hace referencia solo al aspecto arquitectónico de la cancha o tecnológico del hule, sino también del ritual el cual fue un significado que fue cambiando con el paso del tiempo. Sin embargo, Ocampo (2015), afirma que las estructuras designadas al juego de pelota eran construidas en terrenos bajos dada la relación de esta práctica con el inframundo ya que se considera que al cortar transversalmente las estructuras es posible visualizar una forma de V que debió representar que la cancha era la entrada al inframundo.
Este posicionamiento de las canchas en un nivel inferior debido a la relación del juego está relacionado también a que las pirámides que tendían a simbolizar un nivel superior o celestial fuesen construidas en terrenos altos y finalmente las plazas, palacios y edificios asociados se construían a un nivel intermedio pues representaban el nivel terrestre (Taladoire, 2001).
A partir de lo expuesto previamente, es posible entonces asegurar que el contexto bajo el cual se encuentran las estructuras destinadas a la práctica del juego de pelota denotan también el significado o simbolismo presentado por esta práctica, no obstante, es importante considerar que cada campo de juego es diferente y que el desarrollo socio cultural fue variado dentro de los distintos territorios mesoamericanos a través del tiempo por lo que al analizar este contexto cultural además de conocer sobre los mismos es necesario analizar las dinámicas de la época identificadas en el sitio arqueológico analizado. Asimismo, el contexto cultural es una herramienta más para llevar a cabo este análisis, es necesario considerar que el simbolismo es un elemento cultural complejo expuesto no solo a través de la arquitectura sino también en los escritos, artefactos y diferentes manifestaciones culturales.

Referencias
Gonzalo, A. (1992). Enfoques teóricos en arqueología. Madrid: Fundación Ortega y Gasset.
Hodder, I. (1988). Interpretación en Arqueología. Corrientes actuales. Barcelona: Crítica.
Taladoire, E. (2001). The architectural backgroung of the pre-hispanic ballgame: An evolutionary perspective. En M. Whittington (Ed.), The Sport of Life and Death The Mesoamerican Ballgame. (97-115). New York: Thames & Hudson.
Ocampo, J. G. (2015). El juego de pelota prehispánico y los juegos olímpicos. Revista U.D.C.A Actualidad & Divulgación Científica. 15, 17-25.
Taladoire, E. (2015). Las aportaciones de los manuscritos pictográficos al estudio del juego de pelota. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas. (105), 181-221.
Velásquez, E. (2015). El juego de pelota entre los mayas del periodo Clásico (250-900 d.C.). Algunas reflexiones. En M. T. Uriarte (Ed), El juego de pelota mesoamericano. (251-326). México, D.F.: UNAM.




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